Se acerca nuevamente la conmemoración del 1º de mayo, Día internacional de la clase obrera con el que recordamos a los mártires de Chicago, condenados a la pena de muerte por su lucha en defensa de reivindicaciones obreras como la jornada de ocho horas. Como cada año, el 1º de mayo es un buen momento para hacer un balance de la situación de las clases trabajadoras a nivel mundial.

El pasado año nos encontramos con una situación internacional que se había cargado de tensión y denunciábamos que nos estaba acercando a una coyuntura en la que el peligro de una guerra generalizada volvía a convertirse en un escenario posible. Desgraciadamente esta situación ha seguido agravándose.
Seguimos teniendo dos graves conflictos en marcha, uno como consecuencia de la invasión de un estado soberano por otro vecino y el segundo como culminación de un proceso de colonización que se ha desarrollado hasta alcanzar niveles de genocidio. Lo más sorprendente es la desaparición del escenario político de organismos supranacionales y multilaterales que puedan intervenir para buscar treguas que faciliten el inicio de procesos de negociación para una solución pacífica de los problemas que originaron los enfrentamientos. Los poderosos han decidido que entidades como las Naciones Unidas (ONU) no tienen ningún papel que jugar en estos conflictos.
Llevábamos varias décadas sin que las amenazas belicistas alcanzaran un nivel de peligrosidad como el actual. Ante ello tenemos que repetir, alto y claro, que la guerra no es la solución a ningún conflicto. Que la clase obrera no tiene ninguna necesidad de arriesgar sus vidas para defender los intereses de minorías especuladoras, corruptas y oligárquicas que viven a costa de la explotación que garantiza este sistema económico favorable, siempre, a los grandes capitalistas. También tenemos que recordar que impulsaremos la oposición a la militarización de los presupuestos del estado. Ni un euro más para la industria del armamento, ni una vida más para las guerras imperialistas. Conviene recordar la existencia de varios bloques imperialistas y que ningún gobierno de los existentes en el mundo satisface plenamente las aspiraciones emancipatorias de la clase obrera.
Todo esto ocurre en medio del torbellino generado por la aplicación de políticas neoliberales que tienen como objetivo desmantelar las conquistas alcanzadas por la clase trabajadora tras décadas de luchas para defender unos derechos que nos permitan acceder a unas condiciones de vida dignas. Estos logros se concretan en la existencia de sistemas públicos de salud, de vivienda, de pensiones o de educación, entre otros. Su origen reside en la necesidad de garantizar unas condiciones de vida saludables. Hoy, la codicia de los grandes especuladores ha puesto a los diferentes sectores públicos en el centro de unas políticas que buscan acabar con ellos para proceder a su progresivo desmantelamiento y privatización.
Una cosa queremos dejar clara: la crisis económica global que se está gestando no es un asunto en el que la clase trabajadora tenga alguna responsabilidad. Sabemos que la responsabilidad recae en esa alianza de millonarios que aspira a gobernar el mundo a su antojo, por encima de las necesidades reales de la gente. Se trata de la misma corriente que pone trabas a dejar el poder cuando las elecciones democráticas no le conceden la mayoría que se precisa mantenerse en el mismo. Es la misma corriente que cuestiona la necesidad de políticas de igualdad y no discriminación. La misma corriente que prefiere poner en peligro la integridad del planeta antes que reconocer los riesgos ambientales y climáticos a los que la humanidad tiene que hacer frente cada día.
No somos equidistantes porque tenemos claro dónde están los responsables de la deriva actual que padecemos a nivel internacional. Ahora bien, esto no significa que no sepamos que el mundo actual ha llegado a una situación extrema a partir de la gestión económica de una élite que profundiza en las desigualdades entre el norte y sur del planeta, que fomenta la explotación intensiva de los recursos naturales, que es responsable de grandes desigualdades que fomentan terribles flujos migratorios y se permiten el lujo de condenar a la miseria a continentes enteros.
Por lo tanto, anunciamos nuestra disposición para rechazar cualquier política que busque trasladar al conjunto de la clase obrera sacrificios que no nos corresponden. Hoy el mundo está gestionado por una serie de bloques que aplican siempre políticas contrarias a los intereses de los trabajadores y trabajadoras. Por lo tanto, la crisis del capital que la paguen los capitalistas.
Por nuestra parte seguiremos reclamando mejoras en nuestras condiciones laborales y de vida:
- Reducción de la jornada para vivir un poco mejor.
- Reducción de la edad de jubilación. Rechazamos la ampliación del periodo laboral hasta los 67 años como hizo la reforma del año 2011.
- Adopción de medidas para poner fin a la precariedad laboral con empleos estables. Traspasar al sector público la directiva comunitaria que obliga a estabilizar al personal interino con más de tres años de eventualidad. Fin al abuso de temporalidad.
- Garantizar las prestaciones sociales para la población vulnerable. Por un verdadero escudo social.
- Garantizar el funcionamiento de las pensiones públicas rompiendo con la brecha de género.
- Adopción de medidas económicas que ayuden a avanzar en la transición ecológica que permitan limitar los efectos de la crisis climática.
- Planes de vivienda pública y control de los precios de los alquileres.
Ahora más que nunca, unidad y movilización de la clase trabajadora
Ante la crisis sistémica que atravesamos, ante las guerras imperialistas, la destrucción del planeta, la precarización de la vida y la ofensiva contra los derechos sociales y laborales, es más necesario que nunca organizarse, unir fuerzas y pasar a la ofensiva. La clase trabajadora no puede quedarse a la espera mientras los poderosos consolidan su dominio a costa de nuestra salud, nuestro trabajo y nuestras vidas.
Es urgente reconstruir las redes de solidaridad, fortalecer las estructuras sindicales y populares, y articular una alternativa de ruptura con el capitalismo, basada en la justicia social, el feminismo, el antirracismo, el ecologismo y el internacionalismo.
La lucha es el único camino. La historia nos ha enseñado que nada nos ha sido regalado: todo ha sido conquistado con organización, lucha y determinación. Hoy, como ayer, el futuro será nuestro si no nos resignamos y si convertimos el 1º de mayo no solo en una jornada de conmemoración, sino también en un día de combate, denuncia y esperanza colectiva.
¡Viva la lucha de la clase obrera!
¡Viva el 1º de mayo!
¡Por los derechos de todas y todos, organízate y lucha!
