El 18 de octubre es el Día Mundial de la Menopausia a partir de un acuerdo entre la Sociedad Internacional de la Menopausia (SIM) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La conmemoración de este día tiene por objeto ayudar a crear conciencia sobre la necesidad de evaluar y prevenir la salud en las mujeres, durante este periodo tan delicado de su vida.
La OMS define la menopausia natural como “el cese permanente de la menstruación, determinada de manera retrospectiva, después de 12 meses consecutivos de falta de regla, sin causas patológicas”. Actualmente la media de edad está establecida en 48,5+/-3,8 años.
Los cambios y síntomas comunes de la perimenopausia incluyen: Calores, Sudoración, Perturbación del sueño, Cambios en el estado de ánimo y ansiedad, Migrañas, Pérdida de memoria, Cambios en el apetito sexual, Resequedad vaginal y comezón, Disminución en la fertilidad/infertilidad, Aumento de la grasa abdominal (14-19). Los cambios a largo plazo para tener en cuenta incluyen pérdida de la densidad ósea, resequedad vaginal, cambios en la función urinaria y cambios en la función sexual (14,20,21).
Desde el movimiento feminista se ha luchado por visibilizar la menstruación como un proceso natural, intentando quitar todo estigma asociado a este proceso de la vida de las mujeres. Pero, desde el movimiento feminista, se ha dejado de lado todo lo alusivo a la menopausia. Parece que, los estereotipos sociales asociados a esta etapa de la vida de las mujeres, nos producen más inseguridades, ¿será que siempre se ha asociado la menopausia a la pérdida de condición de “mujer”? Está claro que desde unos prejuicios sociales donde se considera que ser mujer está estrechamente relacionado al sexo y la reproducción, la menopausia nos quita ambas condiciones, con lo que socialmente perdemos el estatus que se nos ha otorgado a lo largo de los siglos y que el patriarcado no ha dudado en perpetuar.
La menopausia es un cambio hormonal importante en las mujeres, cambios que dejan secuelas, eso es innegable, y por eso es necesario conocer los síntomas y dar la respuesta que cada mujer necesita para pasar este tránsito de la mejor manera posible y sin consecuencias a largo plazo. Debemos trabajar para identificar esos síntomas, y dar soluciones de manera integral tanto a los síntomas físicos, como psicológicos, sociales, de relaciones,….
Pero tenemos que dejar claro que no es una enfermedad, es otra etapa más de la vida de las mujeres. Considerarlo una enfermedad sólo es beneficioso para las farmacéuticas, que con sus terapias de reemplazo hormonal quieren, una vez más, denigrar y menospreciar una etapa natural de la vida de las mujeres.
En este caso la sororidad es fundamental, hablar entre iguales, comentar y poner en común los distintos síntomas físicos, los estados emocionales que pasamos, identificar que lo que nos pasa no es algo anómalo, que en mayor o menor medida todas pasamos por ello.
Reconocer e identificar este proceso nos hace más fácil el tránsito a una nueva etapa y nos hace más libres. Como dice Anna Freixas:
Hay un mutismo sospechoso acerca de las posibles bondades de la transición menopáusica, quizá temiendo que pueda producirse un entusiasmo colectivo y contagioso por parte de las mujeres “afortunadamente sin regla”. Una rebelión de mujeres mayores, sabias y libres.