El acceso en condiciones de igualdad a una educación técnica y superior de calidad es la tercera de las metas enmarcada dentro del ODS4. Un objetivo que quizá pueda parecer menos urgente que otros, como el acceso a la primaria y la secundaria, pero que sin embargo es imprescindible para construir sociedades verdaderamente inclusivas y prósperas. Una educación superior de calidad constituye un requisito imprescindible para acceder a puestos de trabajo de mayor calidad y mejor remunerados y, sin embargo, en muchos lugares del mundo el acceso a estos empleos no se da en condiciones de igualdad.
Por otro lado, y a pesar de que desde la década de 1990 en la mayoría de los países para los que hay datos (el 77%) la mayoría de los graduados en educación superior son mujeres, esto no se refleja en el mercado laboral. A pesar de un mejor acceso, es menos probable que las mujeres continúen en los niveles de educación superior y los campos de investigación. A escala mundial, las mujeres superan (aunque ligeramente) a los hombres a nivel de licenciatura, ya que suponen un 53% de las personas licenciadas – frente al 47% de los hombres. Las mujeres también representan una mayor proporción (54%) de los titulados de maestría. Sin embargo, más allá de este nivel, ocurre exactamente lo contrario: los hombres representan el 55% de los graduados de los programas de doctorado y el 71% de todos los investigadores.
Además, existe un claro sesgo de género en cuanto a los ámbitos de especialización. Las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de graduarse de cuatro amplios campos de educación terciaria: Educación; Humanidad y Artes; Ciencias Sociales, Negocios y Derecho; Y Salud y Bienestar. Por ejemplo, en los programas de educación, las mujeres representan más de dos terceras partes de los graduados en 86 de 109 países con datos disponibles en 2013.
En comparación, la mayor parte de los graduados en los ámbitos de Ciencia; Ingeniería, Manufactura y Construcción; y Agricultura son hombres. Entre estos programas, se observa un importante desequilibrio de género, concretamente en los ámbitos de la Ingeniería, la Manufactura y la Construcción. De hecho, los hombres representan más de tres quintos de los titulados en estos programas en 103 de los 105 países con datos disponibles en 2013.
Otro tanto ocurre con la investigación: sólo el 29% de los investigadores del mundo son mujeres. América Latina y el Caribe tienen la mayor proporción de mujeres investigadoras, con un 45%. Por el contrario, este porcentaje se reduce al 23% en Asia. En todas las regiones, las mujeres investigadoras siguen siendo minoría en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas. En la República de Corea, por ejemplo, sólo el 18% de los investigadores son mujeres, que suponen sólo el 10% de las personas que trabajan en los campos de la ingeniería y la tecnología. Las investigadoras también tienden a trabajar en mayor medida en los sectores académico y gubernamental, mientras que los hombres dominan el sector privado, que ofrece mejores salarios y oportunidades. Este es el caso incluso en los países con una elevada proporción de mujeres investigadoras, como Argentina, donde el 53% de los investigadores son mujeres, pero éstas sólo representan el 18% de los investigadores empleados en el sector privado.
Los datos sugieren que es necesario poner en marcha políticas que permitan poner fin a esta desigualdad de género en determinados ámbitos de la educación superior y la investigación, desde políticas que alienten a las niñas a continuar sus estudios de ciencias y matemáticas hasta condiciones laborales y políticas públicas que faciliten la conciliación familiar de ambos miembros de la pareja, lo cual contribuiría a superar los sesgos de género que persisten en muchos lugares de trabajo.