- Cuestionan el trabajo que hacemos pues nos desacreditan en la toma de decisión para la titulación del alumnado. Después de un proceso de trabajo de uno o varios años, con un seguimiento personalizado y ajustado al entorno, parece que no estamos lo suficientemente capacitados y capacitadas para decidir si un alumno/a debe titular o no. Se considera una prueba externa más válida y fiable que nuestro criterio. Estas pruebas que supuestamente buscan mayor objetividad no tendrán en cuenta la trayectoria personal ni la realidad sociocultural del alumnado. ¿Acaso no es contradictorio que por normativa se legisle tanta atención a la diversidad y tanto informe individualizado para que luego pasen todos y todas por la misma prueba?
- Pueden suponernos un trabajo extra. Aún no queda claro quién realizará esas pruebas y qué papel tendremos en el proceso. En las Pruebas de Diagnóstico actuamos de correctores y correctoras gratuitas de la AGAEVE. Es probable que vuelva a suceder algo similar pero, aunque estemos al margen del proceso de corrección, de lo que no podremos librarnos es de todo el trabajo extra que supondrá la preparación de los alumnos/as de cara a obtener un apto.
- Nos relegan a un papel de preparadores y preparadoras de exámenes más que de profesionales de una materia. Nuestros criterios para seleccionar los contenidos y la forma de impartirlos tendrán más en cuenta las características de esas pruebas que la importancia que podamos darle a dichos contenidos para la vida de nuestros alumnos/as. Ya tenemos la experiencia de cómo en 2º de Bachillerato se solían priorizar los contenidos que formaban parte de las preguntas de Selectividad. Superar una prueba demuestra saber aplicar algunos contenidos, pero eso no significa necesariamente haber adquirido el conocimiento.