El final del curso pasado (todo el último trimestre, en realidad) estuvo marcado por las altas temperaturas. En los centros educativos se vivió una experiencia práctica, aunque poco pedagógica, de las de las consecuencias del cambio climático. En efecto, muchos de nuestros centros no han sido construidos en función de este tipo de parámetros, aunque la situación geográfica y los reiterados mensajes de la comunidad científica sugerían desde hace tiempo ser más previsor en este terreno. No es que la Junta de Andalucía se haya apuntado al negacionismo climático, pero la previsión y las políticas a largo plazo tampoco son lo suyo.
Cuando se agudizó el calor, los centros improvisaron medidas por pura necesidad y sentido común. Luego vinieron consejos del tipo “abanicos de papel” y la reacción tardía de la CEJA, que simplemente confirmaba en una circular lo que ya se estaba haciendo. En un segundo momento la Consejería de Educación anunció el pomposo y arbitrario Plan de Choque verano 2017 del Plan de Climatización Sostenible y Rehabilitación Energética, una especie de plan piloto en el que participaban 51 centros, 3 de ellos de Granada. Cómo y por qué se eligieron estos centros, nadie lo sabe, pues ni siquiera fueron consultados; pero está claro que la finalidad era mostrar que también en Andalucía se hacen cosas. Estas cosas fueron, en Granada, porches metálicos en los que el alumnado podrá guarecerse cuando arrecie la lluvia o el sol apriete. En algunos casos eran proyectos olvidados que no se hicieron en su época, pero que ahora recobraban su valor y oportunidad, en otros peticiones que se hicieron hace tiempo… un porche que no se hizo para la lluvia, ahora se iba a hacer para el sol, que lo mismo vale para un roto que para un descosido. Así, de lo que la Junta no hizo cuando debía tenemos el éxito de un plan de 2´5 millones sin ni mediciones previas ni criterio técnico que se conozca. No hay nada como saber aprovechar el fondo de armario.