“True peace is not the merely the absence of war, it is the presence of justice”. Jane Addams
Quizá esta breve cita, pronunciada por Jane Addams hace un siglo, pueda resumir la longeva lucha de las mujeres por la paz. Mientras no entendamos su recomendación implícita, todas las personas seguiremos en conflicto con las demás y con nosotras mismas.
Vivimos en un mundo de prisas, donde lo importante se difumina y se posterga sine die ante lo que parece urgente. Se hace imperiosa la reflexión sobre de dónde venimos y hacia dónde vamos. La pandemia está suponiendo una oportunidad de aprendizaje ante los retos venideros, de aprender que nuestros más preciados dones son los más asequibles, y lo seguirán siendo mientras apostemos por un uso sostenible de los recursos naturales y cuidemos nuestro medioambiente.
Todos y todas tenemos parte de responsabildad en el sistema mundial actual. Se habla constantemente de las crisis financieras, abren telediarios e ilustran portadas de periódicos, mientrtas no se habla de crisis moral. El gran problema es la justa disttibución de los bienes del planeta.
Las mujeres empezamos nuestra revolución en el siglo XIX, una revolución pacífica y pacifista, que desde el primer momento tuvo como bandera la justicia social. Nos propusimos como tarea emancipar a los “nadies” resultantes del injusto y violento sistema social y económico. Pronto llegarían las guerras mundiales y gritaríamos nuestro NO rotundo a los enfrentamientos bélicos, no solo por sus trágicas consecuencias; también por nuestro compromiso con el diálogo y la lucha contra las injusticias que hacen imposible la Paz.
Siguiendo el modelo de Antígona, hemos recurrido a la desobediencia civil. Siguiendo el ejemplo de Lisístrata, algunas mujeres han recurrido incluso a la huelga sexual, como ocurrió en la guerra de Liberia. El ingente número de colectivos de mujeres que trabajan por la paz a nivel mundial no hace sino reflejar nuestra batalla por un mundo sin violencias y sin armas mortíferas.
Si vis pacem, para bellum se tendría que cambiar a Si vis pacem, para pacem. Las mujeres tenemos una gran tarea por realizar en el terreno de la Educación para la Paz, en la práctica de una convivencia pacífica a través de valores como la justicia social, el respeto, la solidaridad o la interculturalidad. La educación en un modelo altamente competitivo causa frustración y sensación de fracaso en nuestro alumnado, ciudadanas y ciudadanos del futuro. ¿Por qué asignaturas como Filosofía, Ciudadanía, Etica, Valores Éticos no son las más importantes del currículo, cuando están entre las que más invitan a la reflexión, al debate, al diálogo, algo tan necesario en esta “era tecnológica” donde la interacción social desaparece y el individualismo se hace extremo?
El feminismo ha sido protagonista de la mayor revolución que se ha llevado a cabo sin armas y sin violencia. Las sufragistas, las mujeres de Greenham Common, las mujeres de África contra las guerras, los grupos de Mujeres de Negro en países como la ex Yugoslavia, Israel, Colombia o España, el feminismo antimilitarista… La lista sería interminable.
Mujeres que exigen a los gobiernos Justicia y la renuncia a la guerra como forma de resolver los conflictos. Mujeres que practican la sororidad por encima de etiquetas como raza, clase, sexo, nacionalidad, religión…
Bajo los disfraces sociales queda lo más importante: el ser humano, con sus cualidades e imperfecciones. Practiquemos las que nos honran y mejoremos las que nos limitan. Al final del día, solo queda eso que la pandemia nos ha enseñado a valorar.
Secretaría de Géneros e Igualdad: Espacio Feminista de USTEA