El Plan de Éxito Educativo de Andalucía, recientemente aprobado por el Consejo de Gobierno y presentado por la Consejería con la habitual grandilocuencia de quien carece de discurso, proviene, tal y como recoge el acuerdo de 3 de mayo 2016, de un documento diseñado por personas expertas del ámbito educativo. En su gran mayoría, personas vinculadas de una u otra forma al organigrama de la Consejería y responsables, por tanto, de la situación de deterioro del sistema educativo andaluz.
El susodicho Plan, ajeno a la realidad de las aulas andaluzas, no pasa de ser un triste ejercicio propagandístico, que se convierte en broma de mal gusto cuando plantea como objetivo la equidad y la excelencia en todo el itinerario educativo. Un documento que no aporta nada nuevo para una tierra, la andaluza, con un 25% de abandono escolar temprano. Cabe preguntarse qué entiende la Consejería por “éxito”, puesto que parece trabajar como si éste fuera la mera ausencia de fracaso, sin considerar los factores que, más allá del juego de cifras, definen el éxito de un sistema educativo: superación de desigualdades, respuesta a las necesidades concretas, identificación de la gente con sus centros educativos, participación democrática en el día a día de la escuela, recursos suficientes…
Un Plan que será finalmente evaluado por una comisión compuesta por representantes de las Direcciones Generales de la Consejería de Educación, de la AGAEVE y de la Inspección General de Educación. Yo me lo guiso, yo me lo como.
En definitiva: ninguna idea realmente novedosa, presupuesto insuficiente para la ejecución de las propuestas, insistencia en un modelo erróneo de organización de los centros, improvisación, demagogia y mucha, mucha, mucha autocomplacencia.
