Los primeros tres o cuatro años de vida son fundamentales para el desarrollo del ser humano, tanto a nivel físico como neurológico, y repercuten irreversiblemente en el bienestar y la salud de las personas, pero también en sus resultados educativos. La educación preescolar tiene una influencia decisiva en la vida de las personas, y marca tanto su desarrollo personal como su futuro académico. A pesar de ello, hasta ahora la educación durante los primeros años de vida ha sido la gran olvidada en la agenda educativa internacional, centrada fundamentalmente en los niveles de primaria y secundaria.
Lo cierto es que hay muy pocos países donde la educación preescolar sea obligatoria y/o gratuita – sólo en 50 de 207 países y territorios del mundo es obligatorio que los niños y niñas reciban educación antes de la primaria, y de ellos sólo es gratuita (además de obligatoria) en 38. Así pues, la tasa de matriculación en la educación preescolar a nivel mundial es del 44%, con los índices más bajos en las regiones del sur de Asia, África Subsahariana y norte de África. Además, es habitual que la provisión de estos servicios de guardería no esté en manos del Estado.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se han propuesto cambiar esta realidad, planteando que “para 2030, todas las niñas y todos los niños tengan acceso a servicios de atención y desarrollo en la primera infancia y a una enseñanza preescolar de calidad, a fin de que estén preparados para la enseñanza primaria” (ODS4, meta 2). Para lograrlo, es imprescindible que la comunidad internacional centre sus esfuerzos en facilitar el acceso de todos los niños y niñas a la educación preescolar, dedicando los recursos necesarios para financiar una educación preescolar gratuita – facilitando el acceso de los niños y niñas más pobres y excluidos – y de calidad – a través de infraestructuras adecuadas y un profesorado cualificado.
Invertir en este ámbito supone garantizar un futuro mejor para millones de niños y niñas, para sus familias y comunidades, y para la sociedad en su conjunto. Podemos ganar mucho con muy poco. Así lo demuestran programas como los financiados por la Alianza Mundial por la Educación (AME) en Nicaragua, donde la construcción de nuevas escuelas ha facilitado el acceso a la educación preescolar a miles de niños (el índice de matriculación ha aumentado en un 20% en un año) y la formación al profesorado garantiza que esta educación sea de calidad. Otras organizaciones, como Ayuda en Acción (miembro y actual coordinadora de la Coalición Española de la Campaña Mundial por la Educación) también desarrollan programas de educación temprana en países como Perú, donde la oferta educativa para la primera infancia no llega a cubrir el 2% de la demanda potencial.
La promoción del desarrollo en la primera infancia a través de la educación preescolar es uno de los mecanismos más poderosos para combatir la pobreza y reducir la desigualdad desde una edad temprana, ya que permite garantizar que todos los niños y niñas – especialmente aquellos que viven en situación de pobreza y exclusión – empiezan su educación primaria en condiciones de igualdad. Así pues, es necesario que exijamos a nuestros representantes políticos y Gobiernos que prioricen la educación temprana en la agenda internacional en materia de educación, invirtiendo en este ámbito los recursos que sean necesarios. Sólo así, invirtiendo en futuro, podremos construir un mundo mejor para nosotros y para las generaciones venideras.