Este 3 de noviembre, los restos del general golpista Queipo de Llano fueron exhumados por la Hermandad de la Basílica de la Macarena de Sevilla, atendiendo a la Ley de Memoria Democrática.
El que fuera conocido como “El carnicero de Andalucía”, fue el responsable directo de la ejecución de más de 45.000 personas, la mayoría de las cuales siguen enterradas en al menos 708 fosas comunes. Quien diera la orden directa de ejecución para nuestro poeta Federico García Lorca o Blas Infante, se hizo famoso además por sus agresivas y despiadadas arengas radiofónicas en las que animaba a su bando a cometer asesinatos, violaciones y torturas indiscriminadas contra cualquiera que pudiera pensarse favorable, fuera demostrado o no, a la legalidad democrática republicana.
Como sindicato ampliamente comprometido con los derechos humanos y democráticos de nuestro pueblo, acogemos con optimismo que los restos de Queipo de Llano abandonen por fin el lugar preeminente en la basílica en el que se ensalzaba con honores su siniestra figura.
Sin embargo, pensamos que si se entiende que una sociedad deja de homenajear a un asesino por todo el sufrimiento causado contra su pueblo, no se pueda dejar de denunciar también que sus víctimas, familiares y personas allegadas a las mismas, sigan sin reconocimiento alguno, enterradas dichas víctimas en las cunetas donde el mismo asesino las dejó tiradas.
Durante 40 años, la dictadura homenajeó y privilegió a las personas responsables del golpe de estado antidemocrático. Pero en nuestros tiempos supuestamente de democracia, sus víctimas, silenciadas, vilipendiadas y olvidadas durante ese tiempo, no han visto restituidos su dignidad y derechos. Son el testimonio escrito en sangre y sufrimiento de que se puede asesinar impunemente sin que la justicia prevalezca.
En una sociedad que protege a las víctimas del terrorismo con toda la razón y la legitimidad, seguimos viendo cómo decenas de miles de personas siguen sin al menos ser enterradas por sus familiares de una manera digna y normal. Todo ello representa un olvido deliberado por parte de quienes acumularon poder con la muerte de quienes defendieron el progreso, la democracia y la convivencia, personas cuyo reconocimiento supondría al menos un cuestionamiento a la posición y a los privilegios de sus ejecutores.
Quitar honores a verdugos sin reparar y dar justicia a sus víctimas no cerrará las heridas todavía abiertas por el golpe de estado militar de 1936.
Nuestra sociedad no será completamente libre ni digna hasta que se haga justicia a todas las víctimas.
Honor y gloria a las víctimas del franquismo